jueves, 21 de abril de 2011

Mensaje de Pascua de nuestro Pastor

“Jesucristo  resucitado nos ayuda a recuperar la `memoria de vida´” (Mt. 28,1-10)

Al amanecer, el primer día de la semana, fueron María Magdalena y la otra María a ver el sepulcro…
El domingo, temprano, cuando comienzan las cosas a tomar color y forma, estas peregrinas del amor no se resignan a la memoria de muerte, intuyen que con el amanecer pueden recuperar la memoria de vida, con el signo trascendente de los perfumes, quieren honrar la vida, aunque sea en el sepulcro.
Cuantas mujeres hoy honran la vida ante situaciones de muerte, que se tornan de un color gris opaco cotidiano, que oscurecen todo horizonte de esperanza, pero no abandonan la subida al calvario, ante sus hijas madres adolescentes, ante la inmadurez de sus hijos que tienen edad para procrear pero no para hacerse cargo, ante la violencia y la inseguridad que las obliga a resignarse a perder en la plenitud de la vida a sus hijos, retienen con ellas la memoria de vida.  

De pronto se produjo un gran terremoto porque el ángel del Señor bajó del cielo
Se produce un terremoto, la tierra se sacude, a veces para dejar ante nuestros ojos el rostro de la muerte, como en Chile y Japón, en este caso para anunciar la vida. Aquí la tierra tiembla como la mujer que va a dar a luz, y devuelve a la vida al Hijo primogénito de una multitud de hermanos; y en lugar de una piedra que sella la sombra de muerte, aparece el resplandor fulgurante de un ser celestial que invita a recrear la memoria de vida, a entrar a la tumba vacía diciendo: Sé que buscan a Jesús, el crucificado no está aquí: ha resucitado como lo había dicho.

Alentamos en nuestra diócesis a todos los que honran la vida, de un modo especial a todos los que trabajan y acompañan a los enfermos, a las madres embarazadas, a nuestros chicos con capacidades diferentes, a nuestros ancianos ¡humanizando un poco más la medicina! y llevando una caricia y una palabra que se hace resplandor de alivio y memoria de vida digna, ante el desamparo, la soledad y el dolor.

    Ellas corrieron a toda prisa, con temor y gran alegría a llevar la noticia…
Se alejan del sepulcro, memoria de muerte, obedeciendo a la Palabra de Dios, memoria de vida. En lugar de miedo llevan temor,  el miedo nos asemeja a la rigidez de la muerte, el temor de Dios - principio de sabiduría- comunica alegría y nos ayuda a darle a Dios lo que es de Dios.

Esta memoria de vida que trae el resucitado nos anima en nuestro deseo de una “Misión permanente con la Palabra de Dios en la diócesis”. Desde la breve pero fecunda experiencia que hemos tenido este año en las vicarías, desde el aporte de misioneros de varias parroquias, hasta la acogida cordial y la hospitalidad que nos mostraron las familias misionadas.

De pronto Jesús les salió al encuentro y les dijo:` Alégrense´, ellas lo tomaron de los pies y lo adoraron… Jesús las envía: ` No tengan miedo, vayan a anunciar a mis hermanos….´
Las envía a los otros. Y las mujeres que habían aguantado al pie de la cruz, no se resisten a perder del todo al Maestro, las discípulas atraídas por el amor, constatan que el Señor ha resucitado, entonces la memoria de muerte se convierte en “memoria de vida”, de discípulas se convierten ahora en misioneras, con una tarea concreta y un anuncio de esperanza: el amor ha vencido.

Qué importante es para nosotros el desafío de la prioridad diocesana: en comprometernos, salir al encuentro y acompañar a nuestros adolescentes y jóvenes, de un modo particular, a aquellos que no están en nuestras comunidades. Muchos de ellos no valoran la vida, se les ha hecho demasiada pesada la vida, pareciera que ya han andado largamente por la vida, a pesar de su corta edad, encerrados en una memoria de muerte. Nos desafía como creyentes, como testigos del resucitado, que deseamos anunciarlo a los hermanos, desde esta dura realidad en nuestra, cada vez más, poblada diócesis. Debemos reconocer que puede habernos  inquietado de corazón, pero que nos ha faltado creatividad  y arrojo apostólico ante este desafío. Que podamos hacerlo “memoria de vida”.
   
El año pasado para el Día Internacional de Lucha contra la Drogodependencia, les decía en mi mensaje que: Estos hermanos nuestros, chicas y muchachos, que están en riesgo o que ya se drogan, muchos de los cuales no vienen a nuestras Parroquias ni a nuestros Colegios, son parte del cuadro de rostros sufrientes que hoy muestra nuestra sociedad. Como Iglesia, no podemos permanecer indiferentes ante estos rostros que  son también “verdaderas catedrales del encuentro con el Señor Jesús”[1].  Tampoco podemos pasar de largo ante los familiares y amigos de los adictos “que se enfrentan día a día, con impotencia, a un enemigo de enorme capacidad de mal”[2].
Dios es capaz de hacer rodar la pesada piedra  de la desesperanza, del miedo, de la falta de entrega, de nuestra tibieza, para devolvernos la “memoria de vida” y enviarnos como al ángel (mensajero) a anunciar esta buena noticia: Ha resucitado de entre los muertos e irá delante de ustedes…

¡Muy Felices Pascua de Resurrección para todos!


Mons. Jorge Lugones  S.J.
Obispo de Lomas de Zamora


[1] Aparecida  Nº 417.. CEA 2007
[2] La droga, sinónimo de muerte .CEA. 8 de noviembre de 2007.